jueves, 18 de febrero de 2010

EL VIEJO Y QUERIDO SANTA LAURA

Aprendí a caminar en el sector norte de Santiago, crecí en los barrios de Recoleta e Independencia, siempre cerca del Santa Laura, un estadio para ver fútbol dice mi padre, no hay como Santa Laura comentaba mi abuelo, además de poner en relieve que ese recinto estaba limpio, no había sido utilizado para la represión política, allí no hubo detenidos ni torturados ni mucho menos muertos, era y es un lugar sólo para el fútbol, antes hubo piscina olímpica y alguna pared fue utilizada para jugar pelota vasca.

Santa Laura en frase de Julio Martínez se traducía en el “viejo y querido Santa Laura”, para otros, no menos fantasiosos es el Wembley chileno, la catedral del fútbol y otros tantos motes más que lo ligan a la historia del balompié nacional. Lo cierto que este estadio existe desde 1927, y fue construido a lo largo de la historia por parte, de hecho sus cuatro tribunas son de distinto diseño y materialidad, mezcla de hormigón y madera que caen directamente a la cancha, es decir de contacto directo entre el público y el jugador, por eso se ve bien el fútbol desde casi todas partes, digo casi, por las rejas que están puestas en las galerías, donde los perfiles de las rejas hacen perder de vistas importantes jugadas.

El que va a Santa Laura, sabe que va a un recinto estrecho, que a pesar de las remodelaciones que ha hecho la Universidad Sek, no tiene las comodidades de estadio cinco estrellas, pues los baños son insuficientes y viejos, las boleterías escasas y una deficiente iluminación entre otras muchas carencias, pero esos son detalles frente a la posibilidad de ver el fútbol casi al alcance de la mano, de poder gritar y el jugador te escuche o te mire, porque muchas veces el juego es íntimo, con muy pocas personas en las tribunas, que siempre son los mismos, así ante un error o un acierto que termine en gol, los reproches o las loas son identificables de que lugar y persona las emitió, por eso no es fácil jugar o dirigir en Santa Laura.

Al Santa Laura llegan viejos de aquellos que aún usan boina, hombres que vieron jugar a Novello y Landa, más jóvenes que vieron la Unión de los setenta y esa aventura que los llevo a jugar la final de la Libertadores, otros más noveles que vieron al Coto Sierra debutar de punto izquierdo y que fueron testigos de los dos campeonatos de Copa Chile que alcanzamos con un tremendo equipo liderado por Marcelo Vega.

Fuimos testigos también del descenso y dos años en Segunda División, época amarga que pareció trasladarse a los tablones que de tanto dolor se pudrieron, haciendo que ocupar Andes o la hoy Honorino Landa fuese un acto temerario. El Santa Laura sufría de un cáncer que era terminal, la institución con una fuerte deuda y con casi nadie con ganas de hacerse cargo de ella, nos llevó a temer lo peor, el cierre del estadio para convertirlo en Mall y la segura desaparición de la querida Unión Española.

Afortunadamente la historia cambio, llego Segovia y su discurso de recuperación nos sonó a un nuevo canto de sirena como el de Suárez y la famosa inversión del millón de dólares en el año 92, que se tradujo en pintar el estadio y unos cambios en las galerías y nada más pese a que Unión vendió jugadores por varios millones. Pero lo prometido se fue haciendo realidad y la historia es conocida: se jugó la final gracias a la tenacidad del Presidente contra todos y contra todos.

Cierto no fuimos campeones, pero como señala Segovia tenemos un triunfo más importante, se recuperó el viejo y querido Santa Laura, donde mujeres y niños pueden ir sin miedo y sin más que ir a disfrutar de un buen partido de fútbol y de las mejores mechadas y pernil con palta que existen en estadio alguno_.

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